martes, 10 de junio de 2014

The first crew to Mars


La primera misión tripulada a Marte se encontraba a punto de amartizar en la superficie roja. El silencio dejó de ser humano cuando sintieron la gravedad ya olvidada en la Tierra. 

Los motores se apagaron, o lo que es lo mismo, la aeronave reposaba en Marte. Nadie habló. Los sonidos provenientes del exterior inundaron la cabina silenciosa aunque llena de nuevos pensamientos. 

Una vez que el polvo levantado por la estructura se asentó, pudieron observar las primeras vistas del exterior. Una vasta extensión del planeta sin puntos cardinales. 

Un pequeño remolino de viento bailó alrededor de ellos como si estuviera dándoles la bienvenida. Era el momento de salir al exterior. La escotilla se abrió y control de misión rompió en aplausos por el éxito de su último simulacro en la Tierra. 

The first crew to Mars estaba lista para partir en 48 horas. 

Desirée

domingo, 8 de junio de 2014

El último hábitat en Marte


Hasta hace «solo» unos 200 millones de años, cuando en la Tierra reinaban los dinosaurios, un volcán gigante pudo ser uno de los últimos escenarios habitables del Planeta rojo. La idea común es que Marte, planeta gemelo de la Tierra, consiguió "fabricar" seres vivientes prácticamente al mismo tiempo que nuestro mundo, es decir, hace casi 4.000 millones de años. Después, las condiciones del Planeta Rojo se fueron deteriorando hasta que la vida, por lo que sabemos, desapareció al mismo tiempo que prosperaba en la Tierra. De hecho, los datos disponibles apuntan a que las condiciones primitivas de Marte eran idóneas para la vida, aunque hasta ahora no hemos sido capaces de encontrarla. Pero, ¿Y si algún paraje concreto logró "mantenerse" habitabe durante más tiempo? Digamos, hasta hace "solo" unos 200 millones de años, en pleno Jurásico y cuando en la Tierra reinaban los dinosaurios. 

Esa es, precisamente, la idea que defiende un grupo de investigadores norteamericanos de la Universidad de Brown. Según un estudio recién publicado en la revista Icarus, las escarpadas pendientes de un volcán marciano gigante, antiguamente cubierto de hielo, pudieron ser uno de los últimos escenarios habitables de Marte. Desde luego, el más reciente descubierto hasta ahora. 


El monte Arsia es dos veces más alto que el Everest. No en vano, es el tercer volcán más alto de Marte y uno de los mayores que existen en todo el Sistema Solar. Este nuevo análisis de su orografía y de la clase de terreno que hay a su alrededor muestra claramente que varias erupciones en su flanco noroeste sucedieron justo al mismo tiempo que un gran glaciar cubría toda la región, hace unos 210 millones de años. El calor de estas erupciones debió de fundir enormes cantidades de hielo y formar lagos glaciales, como enormes burbujas de agua líquida atrapadas en el interior de un gran cubo de hielo. Según los cálculos de Kat Scanlon, directora de la investigación, los lagos cubiertos de hielo del monte Arsia habrían contenido cientos de km cúbicos de agua de deshielo. Y donde hay agua en abundancia, hay posibilidades de vida. "Esto es interesante - afirma Scanlon- porque es la forma de tener gran cantidad de agua líquida en Marte hasta tiempos muy recientes". 

Y si bien es cierto que 210 millones de años no suenan precisamente a "tiempos muy recientes", también lo es que es mucho menos tiempo del que tiene cualquiera de los entornos potencialmente habitables descubiertos por el Curiosity y otros rover marcianos, con antigüedades que normalmente rondan, y a veces superan, los 2.500 millones de años. Por eso, la relativa "juventud" del entorno descubierto en las laderas del monte Arsis lo convierte en un lugar del máximo interés para futuras misiones de exploración. "Si hay signos de vida pasada en lugares mucho más antiguos, entonces el Monte Arsia sería el primer sitio al que querría ir", afirma la investigadora. 

Los científicos llevan desde la década de los setenta del pasado siglo especulando con la posibilidad de que el flanco noroeste del monte Arsia estuviera, alguna vez, cubierto por glaciares. Pero la idea no tomó su máximo impulso hasta el año 2003, cuando otros geólogos de las Universidades de Brown y de Boston (Jim Head y David Marchant), mostraron que las marcas del terreno que rodea el volcán marciano resultan sorprendentemente similares a las huellas dejadas aquí, en la Tierra, por el retroceso de los glaciares en los Valles Secos de la Antártida. Más recientemente, la idea del glaciar marciano cobró nuevas fuerzas tras el desarrollo de los últimos modelos climáticos de Marte, que tienen en cuenta, entre otros factores, los cambios de inclinación del eje del planeta. Los modelos sugieren que durante los periodos de mayor inclinación, el hielo de los polos "migraba" hacia el ecuador. Lo cual convertiría a las montañas gigantes de las latitudes medias de Marte, como el monte Arsia, en lugares privilegiados para la glaciación hace precisamente alrededor de 210 millones de años. 

Trabajando junto a Head, Marchant y Lionel Wilson, del Centro Ambiental de Lancaster, en Reino Unido, Scanlon buscó evidencias de que lava procedente de las erupciones del volcán fluyó en la región al mismo tiempo en que existieron esos glaciares. Y encontró un montón de ellas. Usando datos del Mars Reconnaissance Orbiter, de la NASA, Scanlon encontró formaciones de lava similares a las que hay en la Tierra cuando se producen erupciones submarinas. Y también halló la clase de crestas y montículos que se forman en la Tierra cuando el flujo de lava es constreñido por glaciares. La presión de la capa de hielo comprime, en efecto, el flujo de lava, y el agua del deshielo "congela" la lava en forma de fragmentos de vidrio volcánico, formando montículos y crestas de empinadas laderas y cimas planas. 

El análisis también reveló pruebas de la existencia de un río formado en el glaciar, una riada masiva que se produjo cuando el agua atrapada por los hielos logró liberarse. Basándose en el tamaño de esas formaciones, Kat Scanlon pudo estimar cuánta lava interactuó con el glaciar. Y a partir de ahí calcular cuánta agua de deshielo pudo llegar a producirse. La investigadora halló que dos de los depósitos habrían creado lagos que contenían cerca de 40 km. cúbicos de agua cada uno. Lo que supone cerca de un tercio del volumen del lago Tahoe en cada lago marciano. Otra de las formaciones habría creado un tercer lago algo más pequeño, de unos 20 km. cúbicos de agua. Incluso para las gélidas condiciones que reinan en Marte, toda esa cantidad de agua habría podido permanecer en estado líquido durante un periodo sustancial de tiempo. Los cálculos de Scanlon apuntan a que los lagos pudieron llegar a perdurar durante varios cientos, incluso miles de años. Lo cual habría sido tiempo más que suficiente para que los lagos fueran colonizados por formas de vida bacteriana, si es que esta clase de criaturas vivió alguna vez en Marte. "Hay un montón de trabajos en la Tierra, aunque no tantos como me gustaría, sobre las clases de microbios que viven en esta clase de aguas glaciales -afirma Scanlon-. Se han estudiado principalmente porque se parecen a la luna de Saturno Europa, donde tienes todo un planeta que es un lago cubierto de hielo". 

Según este estudio, parece posible que este misma clase de ambientes pudieron existir en Marte en un pasado relativamente reciente. Incluso cabe la posibilidad de que allí siga habiendo glaciares en la actualidad. "Residuos helados en cráteres y crestas sugieren fuertemente que algunos de los glaciares siguen existiendo, enterrados bajo las rocas y los escombros -afirma Scanlon-. Lo cual es interesante desde el punto de vista científico porque probablemente conservan en pequeñas burbujas un registro de la atmósfera de Marte tal y como era varios cientos de millones de años atrás. Sin olvidar que un depósito de hielo en Marte podría ser también una valiosa fuente de agua para futuras misiones tripuladas".

José Manuel Nieves
ABC

Esporas de la Tierra en Marte


Tres experimentos sobre microorganismos de la Tierra realizados por la NASA en la Estación Espacial Internacional sugieren que la hipótesis de la panspermia (que defiende que la vida se expandió por el cosmos a bordo de meteoritos) podría no ser tan descabellada. En el estudio llevado a cabo, dos especies de esporas fueron puestas a bordo de la Estación Espacial Internacional hace unos años. Los resultados mostraron una alta tasa de supervivencia después de 18 meses en el espacio. 

Mientras se mantengan fuera del alcance de la radiación solar, parece ser que estas esporas son muy resistentes, e incluso podrían fácilmente ser transportadas en una nave rumbo a Marte – lo cual preocupa bastante a muchos investigadores que se dedican al estudio de la habitabilidad de Marte (ya sea pasada o presente). 



El experimento, junto con sus resultados, fue publicado en el 2012, y, en un comunicado de prensa de la NASA, se resaltó la importancia de la protección planetaria. Este experimento fue llamado PROTECT (un acrónimo de la resistencia de la nave espacial, completamente blindada y aislada del espacio exterior con fines de protección planetaria). Para este experimento, se usaron dos tipos de esporas: Bacilus Subtilis 168 y Bacilus Pumilus SAFR-032. En los análisis previos, realizados en el laboratorio del JPL, ya se había descubierto que la bacteria Bacilus pumilus SAFR-032 es bastante resistente al ambiente de Marte, pues murió en 30 minutos en un entorno que simulaba al del planeta rojo, en lugar de unos segundos, que es lo que han tardado en morir otras bacterias sometidas a las mismas condiciones. 

En estos estudios previos, también demostraron ser más resistentes a la radiación UV y al peróxido de hidrógeno que las otras cepas “salvajes”. La espora B. Subtilis se ha estudiado en otros experimentos, en entornos espaciales. Las muestras de ambas esporas fueron montadas en la instalación EXPOSE-E en la Estación Espacial Internacional, lo que ofrece un máximo de dos años de exposición al espacio. 

Según la NASA: El objetivo principal de este experimento de la Agencia Espacial Europea es estudiar “el origen, la evolución, y la distribución de la vida en el Universo”. También añadió: “Cualquier microorganismo, que viaje por el espacio, tiene que sobrevivir a la radiación cósmica, al vacío, a la luz solar del espectro electromagnético entero incluyendo la radiación UV-C, a la congelación y a la microgravedad”. 

Durante el experimento, se encontró que si las esporas estaban en un lugar repleto de radiación UV, la mayoría no sobrevivían. En cambio, si esta radiación fue filtrada y detenida, las esporas mostraban una tasa de supervivencia del 50% en el espacio y en condiciones marcianas simuladas. Esto preocupa mucho a los científicos, sobre todo cuando se considera una situación en la que las esporas pueden estar escondidas dejado de un objeto u otro de la nave espacial, durante el viaje espacial. Las que están en el exterior probablemente no sobrevivan al viaje, pero las que están en el interior – protegidas de la radiación solar – podrían llegar hasta el destino del viaje. 

Una limitación clave en este estudio es que sólo se estudiaron dos tipos de esporas. Por lo que en el futuro, deberíamos hacer más estudios sobre este tema. Las agencias espaciales son muy conscientes del problema de la protección planetaria, como se evidencia por los departamentos de la Oficina de la NASA de Protección Planetaria y el programa oficial de Protección Planetaria de la ESA. 

Los diseñadores de las naves espaciales toman constantemente decisiones para mantener los objetos celestes que estudiamos a salvo de la contaminación terrestre, en la medida que sea posible. Un ejemplo famoso fue cuando la sonda Galileo fue deliberadamente enviada contra Júpiter en el 2003 para proteger a Europa, y otras lunas potencialmente portadoras de vida, de una posible contaminación. El estudio (liderado por Silvano Onofri de la Universidad de Tuscia) toma una dirección diferente en lo que respecta a las esporas. En esta investigación, se está estudiando el fenómeno de la “litopanspermia”, o lo que es lo mismo, cómo los organismos se mueven de un planeta a otro (por ejemplo, en un meteorito). Dado que en la Tierra se ha encontrado meteoritos procedentes de Marte, algunos investigadores se han preguntado si la vida podría haberse propagado entre estos dos planetas. Si eso llegara a suceder, las esporas tendrían que sobrevivir durante miles o millones de años.

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